AUTISMO, SOBERBIA Y SUPERIORIDAD MORAL DE LAS REDES SOCIALES
Hace unos días, todo Chile se conmovió con la tragedia sufrida por Benjamín, ese niño de 7 años que salió en bicicleta de su condominio en Huechuraba y se perdió, siendo minutos después mortalmente atropellado en la ruta 5 norte. Benjamín era TEA (trastorno de espectro autista).
Lo natural es que la población reaccione con genuino dolor ante este horrible accidente. Y en general hubo muestras de condolencia y pesar. Pero un porcentaje no menor de los opinólogos de las redes sociales, asumió la calidad de “fiscal” y además de “juez”, buscando culpables, acusando, insultando, denostando, amenazando y en definitiva condenando, a los padres del menor y al infortunado conductor por cuya vía se cruzó esa pequeña vida.
Leer los comentarios bajo la noticia de Emol, provoca cuestionarse en qué sociedad nos estamos convirtiendo. La violencia, la superioridad moral, la capacidad de juzgar y condenar en un minuto aparentemente están tan de moda, como lo está también cuestionar el criterio de Tribunales. Para ilustrarlos, solo debo decir que abundaron comentarios como “cómo no meten presos a los papás por negligentes…la justicia no sirve para nada”, “ hay que secar en la cárcel a ese conductor”, “donde estaba la mamá, que mujer más irresponsable”, “la culpa es de la mamá que se descuidó. Si tienes un hijo autista no te puedes descuidar, la justicia debiera quitarle los otros hijos si los tiene”, “hay que funar a esa estúpida que deja que su hijo se pierda”….. y otros mucho más insultantes que creo innecesario reproducir ya que la idea quedó clara. La guinda de la torta fue un twitter de una mujer que dice “con razón tenía un hijo autista si la mamá es tan aweoná”.
Yo soy madre de un adulto con autismo. Llevo 18 años viviendo una maternidad distinta. Sin duda más cansadora, más tensa y mucho más solitaria que la maternidad común o neurotípica. Y puedo comparar porque he sido bendecida con la oportunidad de vivir ambas experiencias. También puedo decir que es una maternidad más intensa, mucho más productiva y modeladora de alma y espíritu y que sin duda te convierte en una mejor persona. Pero ese crecimiento pasa por vivir momentos diariamente complejos a niveles incomprensibles al padre normal. Por eso, y sin conocer a los padres de Benjamín me atrevo a adelantar que ellos no son ni negligentes, ni irresponsables, ni descuidados, ni menos “aweonaos”. Son padres diferentes como yo, que lamentablemente obtuvieron el negro premiado de esta difícil lotería que vivimos día a día. Lo ocurrido fue un tristísimo accidente, incomprensible, y doloroso y solo debiera motivar nuestra solidaridad a esa familia sumida en la tragedia.
Esta situación me provocó varias reflexiones:
La primera, darme cuenta cómo estamos naturalizando la violencia. La autotutela, la justicia por mano propia, el justificar matar al delincuente, expulsar al migrante, ignorar la Constitución, destruir propiedad pública y privada invocando libertad de expresión. Descubrir con estupefacción como valores como libertad o seguridad, tan positivos en su esencia, son tergiversados y utilizados para justificar la violencia. Y he concluido que al menos yo, no puedo seguir tolerando en silencio esta clase de violencia. Porque no es el mundo en que quiero que mis hijos vivan.
La segunda reflexión dice relación con la soberbia y superioridad moral de los “jueces express” de las redes sociales. El solo hecho de ser madre o padre no te da un doctorado en crianza que te permita criticar como educan los demás. Pero hay una inmensa cantidad de personas que se sienten con derecho a dictar cátedra, y además cuestionar y condenar a quienes no calcen con su concepto sobre lo que es ser un buen padre o una buena persona. Y esos mismos son los que pontifican sobre libertad y democracia, y destruyen a todo el que piensa distinto dictatorialmente. Son los mismos que discursean sobre justicia y equidad y luego llaman a desobedecer a los Tribunales o a la ley porque sus intereses o ideales particulares no están siendo satisfechos completamente.
Y finalmente, nuevamente constatar la ignorancia sobre el autismo. Los niños TEA pueden ser impulsivos. No siempre calibran el peligro. Ellos perciben todo en forma diferente, y ven cosas en las que nosotros no reparamos y no ven cosas que para nosotros son evidentes. Recuerdo que Vicente a la edad de Benjamín, si veía algo que le llamaba la atención al otro lado de la calle, simplemente se sacudía de mi mano y corría a verlo, sin mirar si venían autos. Uno toma todas las precauciones posibles pero así y todo se me escapó de mis propias manos un par de veces, se me extravió por minutos en supermercado o mall, o lo descubrí curioseando un peligroso cuchillo, tomando medicamentos de adultos, intentando probar un toxico limpiador de pisos …. He tenido la suerte de no sacar el negro premiado que sacó la familia de Benjamín. Nada más.
Que una mujer exponga que se tiene un hijo autista por ser aweoná, además de insultar la inteligencia y capacidades de alguien que no conoce, denigra a todas las personas TEA, sindicando su condición como un castigo. Eso es insultante y demuestra la más profunda ignorancia sobre el Autismo.
Quizá con la vigencia de la ley 20.969 que establece el día nacional de la concienciación sobre el autismo y asperger, podamos informar más y mejor a esta sociedad sobre esta enorme cantidad de personas invisibilizadas por Estado y Sociedad que tienen esta condición. Quizá logremos acortar la distancia entre los que se consideran “normales” y los que para ellos no lo son, y aportar un grano de arena a la construcción de una sociedad inclusiva, informada, libre, segura, respetuosa de los derechos individuales y colectivos, y mucho más tolerante y feliz.