LIBERTAD O SEGURIDAD
He contado en blogs anteriores que siempre he sentido que uno de nuestros éxitos más notables como familia, son los avances que Vicente ha tenido en cuanto a su comportamiento social. Si se le compara con otros TEA probablemente sea inmensamente disfuncional, pero nuestra forma ha sido siempre medir sus logros en base a él mismo. Y claramente él es un adulto muchísimo más funcional que lo que era de niño.
A veces paso un pequeño mal rato, gente que se molesta por una actitud de él y reacciona mal, con enojo … Pero como son incidentes aislados, y además entiendo que hay una sensación de inseguridad en general, entiendo que la diferencia de miedo a veces, y si a eso se suma la desconfianza y la inseguridad, la combinación es explosiva.
El problema es que esta sociedad está muy nerviosa. Y la diferencia que Vicente marca, es vista a veces como una amenaza. Aclaro que mi hijo es un sol, jamás le ha hecho daño a nadie, es protector de sus hermanos, solidario y muy cariñoso. Me refiero a que por solo verlo algunas personas le teman. Sin conocerlo ni intentar hacerlo.
Mi hijo ha estado siempre muy protegido y cuidado. Hasta hace poco no lo dejaba ni siquiera manejar cuchillos, ni menos ir solo a alguna parte. Pero tiene 18 y necesita más independencia y autovalencia y para ello debo darle más espacio de libertad. Ya no me desespero cuando se me desaparece más de dos minutos en el Súper o en el mall, asumo que anda buscando algo que quiere y que ya me va a ubicar. Y siempre lo hace. Y así, cada día trato de estirar la línea de la independencia de a poco, de a pasitos de hormiga para ir regalándole puñaditos de autoestima y seguridad.
Pero el sábado que recién pasó, en un local comercial, nos tocó vivir una reacción desmedida de parte de la dueña y trabajadores del lugar. Lo peor de todo es que vi miedo en sus caras. Me parecía hasta risible ver cómo pueden temerle a mi ángel, que es el ser más bueno del mundo, pero era un hecho que tampoco tenían ninguna intención de conocerlo. Vicente solo deambulaba mientras yo compraba, pagaba y me envolvían un regalo, pero ese deambular les pareció riesgoso. (aclaro que no ingresó a ninguna parte no habilitada para el público ni tomó nada en absoluto). Solo porque deambulaba de un lado a otro, reaccionaron con agresividad.
Le expliqué a la dueña que era mi hijo, que no había problema y que no estaba haciendo nada malo. Y me responde que yo debo advertir al entrar al local que “el joven va al cuidado de alguien”. Para que la gente no se preocupe. Y me reprende por no haberme dado cuenta antes que mi hijo causaba alarma, y por no haberme ocupado antes de eso. Le expliqué que estaba ocupada en comprar, pero que así y todo, no había perdido de vista a mi hijo en ningún minuto y que por eso estaba completamente segura que no había hecho absolutamente nada que pudiera molestar. Entonces en un tono más amable me vuelve a decir, pero esta vez aconsejándome, que cuando vaya a un lugar público con él, avise a las personas que se encuentran allí que Vicente va acompañado para que no se preocupen.
En ese momento me enojé. Y le dije que yo no tengo porqué andar por la vida pidiéndole disculpas a los demás por “contaminarles el mundo” con mi hijo con autismo. Mi hijo tiene derecho a caminar y entrar donde quiera y respirar su mismo aire. Y no tengo porqué avisarle a nadie para que se “prepare”. Ella reacciono gritando, diciendo que yo había entendido mal una preocupación por “el niño” ( ya no era “el joven”) ya que a ella solo le había preocupado que estuviera perdido.
Eso no era cierto: Yo vi su enojo, y su temor ante mi hijo. Y es un hecho que, de no haber intervenido yo, habría sido expulsado del local sin miramientos. Me molestó que solo entonces, cuando medio local nos estaba mirando y que la palabra autismo ya había resonado fuerte, se esforzara por cambiar la versión.
El asunto quedó ahí, y nos fuimos.
Pero ahora soy yo la que tengo miedo. Tengo más ganas que nunca de protegerlo. Y se supone que debo soltarlo. ¿Cómo lo voy a soltar en un mundo así? En un mundo donde las personas le temen al que se viste o peina distinto….con mayor razón al que actúa distinto…..
Siento que retrocedí. En mi confianza en que estábamos avanzando. Volví a tener miedo por él cuando salimos. Pero ya no como antes, que se pierda en el supermercado, o que impulsivamente cruce la calle. Él se cuida muy bien de eso. Temo por su seguridad entre los demás. Temo que si toma una galleta sin pedirla verbalmente, alguien lo agreda. A que alguien malinterprete sus actitudes y él no pueda explicarse antes que la autotutela haga acto de presencia. Porque no lo hemos preparado para cuidarse de eso. No todavía.
La disyuntiva es la seguridad versus la libertad. La seguridad me da paz pero la libertad lo hace feliz a él. La eterna discusión filosófico política llevada al seno de mi Hogar.