Súper mamá de un día para otro
El diagnóstico de Autismo demoró muchos años, pero cuando Vicente tenía tres años, y pese a las opiniones contrarias de muchos especialistas, yo sabía que algo iba muy horriblemente mal con él. Trataba de no pensar en eso, de olvidarme del tema y aferrarme a los pronósticos optimistas , pero despertaba angustiada por las noches, y observaba obsesivamente a Vicente esperando ese momento maravilloso en que él "despertara" y me hablara normalmente. Durante ese período comecé a experimentar algo muy complicado de sobrellevar que es la crítica social. Aguantar que se te cuestione contantemente tu capacidad como madre es duro. Toda conducta poco funcional de Vicente era motivo de cuestionamiento ..." es que lo mimas mucho...no sabes ponerle reglas.... pasas mucho tiempo afuera, le hace falta mamá.... si no es tan complicado que coma más variado, es que tu no sabes alimentarlo..... tienes que ser más firme con esas pataletas..... quizá eres muy estricta con él intenta explicarle más las cosas.....el problema es que le hablas mucho....el problema es que no le hablas suficiente.....". Si las críticas hubiesen provenido solo de la familia cercana no habría sido problema, pero personas que apenas me conocían se sentían con derecho a criticar. Una vez un tipo al que había visto dos veces ya que salía con una amiga, me encontró en la calle y me empezó a hablar de la famosa dieta de bioautismo ...y al decirle que la conocía pero que no me decidía aún, me dice " bueno, si no quieres sacrificarte un poco por tu hijo, allá tu"...... Todavía me enfurece acordarme de ese caradura..... No lo quise ver más y probablmente esa amiga jamás entendió porque me aleje tanto de ella.
Nadie entendía que lo hacía lo mejor que podía. A ciegas, sin diagnóstico, en una época donde ni los neurólogos más top de Chile me podian orientar. Si Vicente hubiese nacido 10 años más tarde, con la información que hay ahora , los avances en el tema, las terapias, el diagnóstico temprano, y las maravillosas redes sociales, que acompañan, mi vida habría sido mucho más sencilla.
Cuando pasaron los años, y por fin tuve un diagnóstico que enarbolar como bandera frente a los criticones, me encontre con otro problema. La gente asume que cuando a una madre le diagnostican discapacidad de un hijo, automáticamente le surgen superpoderes maternos, y de un día para otro amanece feliz y positiva, pensando que la discapacidad de su hijo es lo mejor del mundo, y con energías infinitas para rehabilitar y trabajar el triple que el resto, y además seguir siendo buena en todo lo demás. Cada vez que osé quejarme de cansancio, se me cuestionaba que cómo era tan egoísta, que mi hijo era primero (como si no lo supiera); cada vez que me quise desahogar contando un mal día, una crisis complicada, un retroceso, se me cuestionó que era una malagradecida, que hay discapacidades peores que hay madres que pieden a sus hijos, como no agradecía que estuviera vivo. Y cuando pasé por un período en que me evitaba ver a amigas de mi edad con hijos neurotípicos (en esa época se decía "normales" y nadie se ofendía) porque me recordaban mis sueños rotos, se me acusó de querer esconder a mi hijo.....
La ignorancia de la gente causa daño. Yo diría que fue lo más difícil. Por suerte llegó Francisco a mi vida, que no solo se enamoró de mí sino que de mi bello Vicente, y eligió construir con nosotros este camino empinado. Y digo construir y no recorrer, porque en mis tiempos no había camino. Ni siquiera una senda. Y me enseñó a sentarme en las criticas, ignorarlas y valorar los logros de Vicente y mis logros. Mis cercanos de a poco se fueron dando cuenta que hostil era el mundo para nosotros, y nos fueron apoyando cada vez más. Y sólo ahí, de verdad empecé a desarrollar los super poderes que todas las madres azules, que convimos con el autismo tenemos. Porque una madre que desconfía de sí misma, de lo que hace, y de como lo hace no puede tener superpoderes.