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Algo le pasa a mi hijo.


Como les contaba en el post anterior mi hijo Vicente se desarrollaba con toda normalidad. Bien en su sala cuna, caminó al año dijo sus primera palabras a la edad correcta....... todo bien....Cuando tenía 1 año 10 meses, su padre encontro trabajo en Curicó y nos trasladamos a esa ciudad. Cuando terminó el estres del cambio, noté a Vicente muy retraido, había dejado de hablar y de jugar. Pensé que le había afectado el cambio de ciudad. Como en el jardín también lo encontraron extraño empecé a consultar. La Pediatra dijo que no tenia nada y que yo era una mamá aprensiva y me mandó al siquiatra a mi. Lo llevé a Viña y se hizo una batería completa de examanes neurologicos, metabólicos y varios otros. Lo vio una neuróloga que me dijo que algo había y que había que observarlo, un fonoaudiólogo topísimo que me dijo que no tenía nada, y en Curicó una fonoaudióloga me dijo que habia autismo sin duda.

La confusión era total. No sabía a que atenerme. El estres de ver que mi hijo en vez de avanzar retrocedía ante mis ojos día a día y los profesionales no tenían idea de lo que tenía, me tenía mal. Pasaron dos años de total incertidumbre, en que visité los mejores profesionales de Chile, hice todas las terapias alternativas existentes, creí en todas las curas milagrosas y con fe gasté una cantidad que me averguenza en tarotistas, monjes brasileros, sanadoras, terapias con imanes, energías..... Paralelamente hacía terapias permanente con sicóloga y fonoaudiólogo, bajo la dircción de un neurólogo famosísmo de Santiago.... En el intertanto el papá de Vicente y yo nos separamos, y curiosamente él comenzó despúes de separados a involucrarse mucho más en los tratamientos de Vicente que antes.

Ya tenía Vicente 5 años cuando nos dijeron sin dudas que era autismo. Recibimos el diagnóstico con alivio. Podíamos ponerle nombre. Sabíamos a que nos enfrentabamos. Recién ahí viví mi primer duelo. El duelo por la muerte del hijo soñado. Ese niño que yo soñé que iba a tener amigos, iba a jugar futbol, iba a ir al colegio normalmente, iba a estudiar en la U. .... Ese niño murió ese día para mi. Y tuve que llorarlo y enterrarlo en mi corazón y aceptar que mi hijo iba a vivir un camino muy distinto al soñado. Ese primer duelo fue duro. Pero era joven, optimista, tenía ánimo y me convencí que si luchaba lo suficiente iba a poder quebrarle la mano al diagnóstico. Con la distancia de los años, veo que si bien mi entusiamo era por no asumir el diagnóstico, la energía logró muchas cosas positivas para nosotros.... Vicente ha avanzado mucho menos de lo que soñaba en esos tiempos, pero mucho más de lo que la severidad de su diagnóstico pronosticaba. A pura terapia. A puras ganas. A puro compromiso de la familia, los profesionales que han trabajado con el todos estos años, a puro apoyo de los amigos.

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